Al mediodía de este 14 de febrero fue localizada al norte de Comala esta gran piedra de gráfica rupestre, una pieza única entre el amplio repertorio de grabados en piedra que se han registrado en el valle de Colima.
Fue señalada por especialistas como una pieza de gran singularidad, quizá única en su tipo, pues hasta ahora no se habían visto este tipo de diseños plasmados en las grandes rocas del paisaje colimense.
Una de sus particularidades es que tiene todos sus lados grabados y los diseños podrían corresponder a distintas fases culturales.
“Algunos de los grabados son similares a las líneas onduladas y pocitos que son comunes en las grandes rocas que se suele asociar a la cultura Tumbas de Tiro, pero otros grabados, que presentan líneas en ángulos rectos o marcando lo que parece un laberinto, pueden ser de épocas posteriores, pues recuerdan a los diseños típicos de las fases Armería y Chanal”, compartió la arqueóloga Ligia Sofía Sánchez Morton, quien cuenta con una trayectoria de más de diez años de investigación en el Occidente de Mesoamérica, con especial énfasis en el territorio de Colima.
“Da la impresión de ser una piedra que pudo ser grabada a lo largo de los siglos, y utilizada por distintos grupos culturales, pero llama la atención que no habíamos visto ejemplos de rocas donde esto pudiera verse representado”.
Existen varios tipos de interpretaciones sobre estos grabados, ya que se ha dicho que son representaciones del paisaje, mapas, deidades petrificadas o espacios rituales, que podrían estar señalando paso de caminos o tener fuertes asociaciones con las corrientes de agua, y que dada su importancia, pudieron servir también para dejar ofrendas; se les abrazaba, se les lloraba o se les pedía cosas.
Es posible pensar que muchas de estas manifestaciones gráfico rupestres, se diseñaran para verse desde distintos ángulos o bajo la luz de la luna o frente al fuego de una antorcha. “En el mundo mesoamericano, existen ejemplos de pinturas murales, como algunas de Teotihuacan, cuya construcción pudo tener la intención de que se apreciaran a la luz de la luna llena.
Podríamos pensar en algo similar para estos grabados, que vistos en la penumbra, cobraban otras formas, significados o incluso sugerían una interacción mucho más directa con quien las observaba.
Esta pieza mide aproximadamente un metro de alto por metro y medio de ancho. Está situada sobre una loma, donde podrían existir evidencias de estructuras arqueológicas.
El monumento ya fue reportado al INAH. Un trabajo en equipo con Norma Silvia, Heidy Tellez, Jonathan Villa, Ligia Sánchez y su servidor Rafael Cruz.
Información y fotografías: Rafael Cruz, fotoperiodista